Voy a hablar en primera persona esta vez, que la ocasión creo que lo merece. Miren, hace 20 años exactamente, trabajaba desde la mesa de comentaristas en las retransmisiones de ACB en Canal+. Y un 21 de junio de 2001, me encontraba en la mesa a pie de pista, en uno de los fondos del pabellón Raimundo Saporta, a escasos dos metros de la línea de fondo. Y presencié un mate de Pau Gasol en “alley-oop” culminando un contragolpe. Delante de nosotros. Volátil, elegante, impecable. Y en ese momento, testigo de primera fila, palpándolo tan de cerca, reafirmé mi idea que a Pau Gasol no volveríamos a verlo por nuestras pistas en 10 años. Me equivoqué … y por mucho.
Aún no se sabía nada del futuro del denominado “E.T.” por Andrés Montes, tras celebrar un título de liga en el pequeño vestuario del pabellón de la Ciudad Deportiva del Real Madrid. Celebración, por cierto, que a punto estuvimos de no ver, pues el encargado de continuidad en Canal+, empecinado en seguir órdenes y una escaleta de contenidos, pedía que se cerrara la retransmisión con urgencia tras el partido, puesto que a las 23:00 horas estaba programada una película. “Diles a tus jefes que, bajo mi responsabilidad” comunicó el realizador Víctor Santamaría por la intercom, desde el camión de la unidad móvil, “no nos iremos hasta que entreguen el trofeo”. Nadie, ni mucho menos quien regulaba la parrilla de contenidos entonces, se hacía idea del momento histórico que se iba a vivir.
Pau Gasol se había declarado elegible para el draft veinticuatro horas antes de aquel partido, sin nadie con una seguridad latente en la posición en el tablero de nombres. ¿Lotería? ¿Resto de primera ronda? Todos por profetizar nuestro optimismo sin una base sólida. Aún no había certeza que diera el salto a la NBA aquel verano. Que tanto los consejos de Aíto García Reneses como la presión de la directiva azulgrana, trabajaban para que se quedase un curso más. En realidad, hasta que Miguel Ángel Paniagua no dijo unas horas antes de la ceremonia – en exclusiva-, en las ondas de la Cadena SER, que Pau saldría elegido el número 3 de la primera ronda por Atlanta Hawks, no tuvimos la certeza que el inicio de su aventura allí, sería cuestión de horas.
Estamos veinte años después de aquello. Veinte años que, viendo la actual estampa de Pau Gasol en nuestras pistas, nos produce cierto vértigo si nos asomamos a lo sucedido en ellos. Ahora, se encuentra nuevamente en puertas de poder conseguir un nuevo título de Liga Endesa tras ayudar a que el Barça se adelantase en la final liguera el pasado domingo. Hay que consultar enciclopedias para cerciorarnos que pertenece al club junto a otros mitos longevos que tenemos en mente. Obviamente, nos asalta la figura de Dino Meneghin, el icónico pívot italiano que se retiró a los 45 años de edad. Desde su primer scudetto hasta e último, exactamente se cumplieron también 20 años (de 1969 con la squadra Ignis Varese hasta el de la Tracer Milán en 1989). O un Kareem Abdul Jabbar, en el que incluyendo su primer título universitario con UCLA en 1967, transcurrieron 21 años cuando ganó su último anillo de la NBA, a los 41 años de edad. Son casos excepcionales. El de Pau Gasol, depende de lo que suceda esta noche, también puede llegar a serlo.
La trayectoria de Pau durante estos últimos meses de estancia en el F.C. Barcelona ha sido una sucesión de ir cubriendo objetivos, capítulo a capítulo, muy llamativo. Porque el primer obstáculo fue superar la incredulidad de los aficionados. Y hoy podemos decir que puede haber sido el mejor jugador azulgrana en este Playoff de Liga Endesa hasta la fecha. Lento de movimientos al principio, muy lejos de la imagen idealizada que tenemos sobre él de otros tiempos y otros éxitos, lo achacábamos más a los dos años de inactividad que a su edad, casi temerosos de ponerlo sobre la mesa, bajo amenaza de sentirnos pecadores ante tal injuria. Del Barça-Real Madrid de liga regular de no hace tanto, donde los blancos dominaron a domicilio, a lo que presenciamos en el primer encuentro de la final, hay un trecho.
Estamos hablando de una media de 16 minutos en estas eliminatorias por el título, donde le da tiempo a anotar 11,7 puntos, con un 76,7% en tiros de 2 puntos y un 35,7% en triples, más 4,4 rebotes. Impresionante. Al margen de los números, la sensación que vuelve a cambiar la dinámica de los partidos cuando él está en pista. El control de todo. Taponar saltando un par de palmos menos que los partidos en nuestro recuerdo, pero taponar. Por posición, tablas y experiencia. Pasar como siempre lo ha hecho. Y buscar un nuevo “lugar en el mundo” ante nuevo entorno y compañeros. Sin la rapidez conocida en el poste bajo, ni su juego por línea de fondo, la sintonía con otro mago, Nick Calathes, de saber cuándo arrancar al continuar un bloqueo es su guía de ruta. Porque ya las arrancadas son más cortas y más medidas hacia canasta. Y hay que estar en el momento y en el lugar. Y Calathes sabe dar el balón en el momento y en el lugar. Y nuestro protagonista sigue haciéndose grande hasta en las estadísticas, que esto no va solo de intangibles ni liderazgo moral. Números cantan.
Todo por dilucidar esta noche. Si se diera el caso del título azulgrana, entre veinte años de tantas cosas, seguiríamos aún escribiendo capítulos de su epopeya, los últimos aún con tinta fresca.